Una semana antes de la visita del papa Francisco, Kenia desarmó una célula terrorista iraní

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La Policía de Kenia ha detenido a dos hombres de nacionalidad iraní que formaban parte de una célula terrorista que planeaba atentar en Nairobi, informó este sábado el Ministerio de Interior keniano.

Los dos supuestos terroristas han sido identificados como Yassin Sambai Juma, de 25 años, yAbubakar Sadiq Louw, de 69 años y una de las figuras más representativas de la comunidad chií en Nairobi.

Ambos admitieron pertenecer a una red terrorista iraní que iba a atentar en la capital de Kenia, que sufrió uno de los peores ataques de su historia en septiembre de 2013, cuando al menos 67 personas murieron en el asalto al centro comercial Westgate perpetrado por el grupo yihadista somalí Al Shabab.

Abubakar Sadiq Louw fue detenido el pasado 28 de octubre y Sambai Juma el 19 de noviembre, si bien la información de su arresto fue divulgada este sábado en rueda de prensa por el inspector general de la Policía, Joseph Boinnet, solo un día después de que el papa Franciscoconcluyera una visita de tres días a Kenia.

Ambos espiaban y reclutaban a jóvenes y viajaron a Irán el pasado mes para recibir instrucciones, desveló Boinnet.

La célula iraní, de la que todavía se investiga si tiene vínculos con Al Shabab u otro grupo yihadista, planeaba atacar misiones extranjeras establecidas en Nairobi y hoteles en la capital keniana frecuentados por turistas, empresarios y diplomáticos.

«Tras el interrogatorio, Abubakar Sadiq Louw admitió el reclutamiento de jóvenes kenianos para espiar y realizar ataques terroristas en Nairobi», afirmó Boinnet, según el diario Daily Nation.

Estas detenciones se han hecho públicas poco después de que la Policía keniana alertara delrobo de varias matrículas diplomáticas, ante el riesgo de que pudieran utilizarse para cometer un atentado.

Kenia se encuentra bajo la amenaza del grupo radical islámico Al Shabab, que ha perpetrado numerosos atentados y matanzas en la capital y otros puntos del país, en represalia por el despliegue de sus tropas para combatir a los yihadistas en Somalia.

El ‘oro blanco’ de la yihad

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Al Shabab se les ha colado a los kenianos hasta en el café. La gran mayoría no sabe que muchos de los terrones de azúcar que usan para endulzar su desayuno ayudan a financiar la yihad en el cuerno de África. Más de 80 compañías relacionadas con el grupo terrorista somalí controlan este tráfico con las principales ciudades de Kenia y obtienen beneficios estimados en 50 millones de euros.Beneficios que luego pagan armas y salarios para sus milicianos.Desde sus bases en Somalia, 70 hombres de negocios llevan esta carga a Garissa, Mombasa o Nairobi.

Este comercio de azúcar ilegal es sólo la punta del iceberg de la creciente influencia de la banda yihadista Al Shabab sobre su vecino del sur. Como sugiere Charles Onyango-Obbo, editor del diario ‘The Mail and Guardian Africa’, este grupo pretende anexionarse toda la zona fronteriza entre Kenia y Somalia, donde las etnias somalíes son mayoría. Además, quiere imponer la sharia sobre el territorio bajo su control.

Otro de los grandes nexos de al Shabab con Kenia es el control de la venta del marfil. Según una investigación realizada por el foro Elephant Action League (EAL) bajo el título ‘El oro blanco de la yihad’,el 40% de los fondos de Al Shabab provienen de la caza furtiva y el tráfico de cuernos de elefante desde el noroeste de Kenia hasta los puertos que aún controla en la costa del Índico. Desde allí, viajan hacia China, Corea y Japón, sus mercados preferentes.

También siguen obteniendo dinero de los secuestros de occidentales y de la venta de carbón vegetal, la actividad que más está desertizando una zona azotada por sequías bíblicas y hambrunas recurrentes, el terreno perfecto para la desesperación, el hambre, el desempleo y la yihad. Decenas de barcos llenos basura tecnológica, fletados por mafias como la Camorra napolitana, descargan su venenosa carga en aguas del Índico y dejan su comisión a estos caudillos muyahidines.

Los radicales somalíes, que aún rinden pleitesía a la vieja Al Qaeda (no al Estado Islámico), han conseguido que el antiguo lema de las camisetas turísticas «Kenya, hakuna matata» (No te preocupes en Kenia) haya quedado obsoleto por culpa de matanzas como las del centro comercial Westgate (64 muertos) y la universidad de Garissa (147 muertos). Hoy el gobierno del presidente Uhuru Kenyatta se plantea la construcción de una muralla de 692 kilómetros, al estilo del muro palestino, que separe ambos países.

Pero el gobierno de Kenia ha cometido graves errores en la lucha contra el islamismo radical. La corrupción policial rampante provoca cada semana la detención arbitraria de cientos de somalíes de la diáspora, que pueden permanecer 364 días en prisión sin orden judicial en virtud de las leyes antiterroristas de Kenia. La manera de abandonar el calabozo es abonando generosas mordidas a los agentes, lo que provoca aún más odio y división. Del reclutamiento y la conversión ya se encargan los imames yihadistas que proliferan en toda la costa de Kenia. Sus nuevos terroristas cobrarán 300 euros al mes, más que los soldados del ejército de Kenia.